El origen de los ritmos circadianos
Desde tiempos antiguos bien es sabido que la alimentación nos influye tanto en el desarrollo de una patología como en el establecimiento o agravamiento de la misma.
Por ello los sabios se dedicaron a observar y aprender las leyes de la naturaleza, estudiando sus ciclos así como la influencia de los mismos en los seres humanos.
Una de sus grandes enseñanzas es que para mantener la salud, el hombre ha de adecuarse a estos ritmos en todas las áreas de su vida, incluida la alimentación.
Por ello investigaron los ciclos en los que se desarrollaba nuestro cuerpo, lo que en la actualidad llamamos ritmo circadiano, de modo que según la estación del año, así como durante el día estos ciclos van avanzando estimulando y desarrollando una serie de funciones u otras.
En el caso del sistema digestivo observaron que activa su fuerza por la mañana temprano, a las 7:00 AM hora solar, momento en el que el Estómago “despierta” tras el descanso de la noche, activando sus funciones hasta las 9:00 AM hora en que toma el relevo el sistema Bazo-Páncreas, continuando con su transformación.

Todos recordamos el famoso refrán “Desayunar como un rey, comer como un señor y cenar como un mendigo”. Esto nos indica que el momento para realizar la ingesta más importante del día, sobre todo en lo que a hidrato de carbono se refiere es en la mañana, pues el fuego digestivo posee más fuerza y es capaz de transformar con más facilidad el alimento. Pero no cualquier alimento, el ideal para él será el cereal integral a ser posible en grano entero, pues es el que nos aporta mayor cantidad de nutrientes, manteniendo estable la glucemia en sangre por más tiempo.
En la Medicina Tradicional China, los órganos Bazo, Páncreas y Estómago, además de las funciones digestivas poseen otras características, entre ellas comandan la fuerza de la musculatura que se expresa en los miembros (brazos y piernas), contienen la sangre dentro de los vasos (estabilidad de los capilares), se encargan de la memoria a corto plazo, etc. Todo ello nos da que pensar acerca de la importancia de sus funciones y del uso continuado que hacemos de ellas durante todo el día.
Nuestro cuerpo tanto en su movimiento físico, en la práctica deportiva, en el estudio, en la reflexión, está usando parte de este metabolismo.
¿Qué tiene que ver esto con cenar crudo y la debilidad de la digestión?
Lo explicaré de la misma manera que lo hago en nuestra consulta:
Nuestro sistema digestivo es como una fábrica que abre sus puertas a las 7:00 AM, en ese momento los obreros llegan frescos tras toda una noche de descanso. Comienzan a realizar su trabajo con ánimo y energía. Su “trabajo” es digerir, pensar y mover nuestro cuerpo, realizándolo de la mejor manera posible. Conforme va avanzando el día esa vitalidad de la primera hora de la mañana va descendiendo, necesitando hacer una parada para retomar fuerzas. El mejor momento para dicha parada se encuentra entre las 13:00 y las 15:00 horas, momento en el que las funciones del intestino delgado se encuentran activas, encargándose de descomponer en nutrientes esenciales del alimento, tomando aquellos que vamos a necesitar y desechando el resto al intestino grueso. Por ello se recomienda comer a esta hora, incluso realizar una pequeña siesta de no más de 30 minutos para recargar las pilas. Tras esto vuelta al trabajo esta vez con algo menos de fuerza, pero con el ánimo para dar el empujón final del día, que serían entre las 19:00 y las 23:00 horas. En este momento nuestros trabajadores están agotados tras la larga jornada laboral, por lo que sin vitalidad vuelven a casa a descansar.
Nuestro cuerpo a sí mismo a estas horas está ya agotado, necesita el merecido descanso al igual que esos trabajadores, por lo que debemos nutrirlo con alimentos sencillos que no le agoten, evitando aquellos que puedan suponer un sobreesfuerzo. Y cuáles serían, pues los crudos, fríos, muy grasos y aquellos que generen mucosidad.
Utilizando otro símil, nuestro estómago me gusta explicar, es como una olla donde cocinamos, para lo cual necesitamos fuego, es lo que hace que se transforme el alimento. Si a esta olla le añadimos alimentos directamente del frigorífico o aquellos que son más duros y crudos, tardará más tiempo en llegar a su temperatura óptima así como en cocinarlos hasta obtener el resultado final del guiso.
Imagínate además que, una vez el guiso está en pleno funcionamiento, nos damos cuenta que no posee suficiente agua o se nos ha olvidado algún ingrediente importante así que se lo añadimos. ¿Qué ocurrirá entonces? Pues que se frenará el cocinado, tendremos que elevar de nuevo el fuego, esperar a que alcance la temperatura ideal, retrasando todo el proceso.
Para rematarlo, imagina de nuevo que cuando está todo listo, le añadimos un vaso de agua fría del frigorífico. El resultado final no será ni mucho menos un plato con buen sabor ni tendrá su punto ideal de cocción.
Pues bien, esto es lo mismo que ocurre en nuestro estómago cuando a mitad de una comida ingerimos alimentos que generen este frío, o si para rematarla tomamos como postre un helado, fruta cruda (sobre todo tropical), yogurt o cualquier postre que esté frío, sobre todo si posee lácteos o es rico en grasas.
Ahora reflexiona, desde cuándo cenas una ensalada, o como llegas tarde y cansad@ del trabajo te tomas un par de piezas de fruta o un yogurt, aún así no digieres bien, esto hace que la calidad de tu sueño no sea la ideal, despertando por la mañana con la sensación de no haber descansado. La razón, todo lo que te explicado anteriormente. Nuestro sistema digestivo en la noche está agotado de la actividad realizada durante el día, si a esto le sumamos que le damos para finalizar aquellos alimentos más difíciles de metabolizar, el resultado será la desvitalización de nuestro cuerpo, estaremos “robando” energía necesaria para el día siguiente. En la noche, en lugar de proceder al acto de descanso y reparación de los tejidos, el cuerpo se tiene que encargar de realizar ese último y difícil trabajo al que le sometemos.

Por esto no es de extrañar que personas que realizan dietas de adelgazamiento en las que las cenas son ensaladas, queso fresco, yogurt desnatado (incluso el de soja) o fruta a la larga no sólo no pierdan peso, sino que lo recuperan con mucha facilidad.
Conclusiones
En resumen, lo mejor para tener un sistema digestivo fuerte, un sueño reparador y no ganar peso innecesario es cenar alimentos cocinados, sobre todo a ser posible en forma de sopa o crema (sobre todo en invierno), favoreciendo aquello más fáciles de digerir, tomarlos a temperatura caliente y en caso de necesitar un postre, recurrir a las compotas de frutas o postres de dulzor natural como el amazake o el boniato cocido.